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La vida es dulce o amarga; es corta o larga

5/15/2014

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«La vida es dulce o amarga; es corta o larga.
¿Qué importa? El que la goza la halla corta, y el que la sufre la halla larga»


RAMÓN DE CAMPOAMOR (Navia, Asturias, 24 de septiembre de 1817-Madrid, 11 de febrero de 1901), poeta español del Realismo.

Uno de los requisitos fundamentales de la orden religiosa de cierto monasterio es que los jóvenes deben mantener un estricto silencio como forma de disciplinar el espíritu. La oportunidad de hablar está programada una vez cada dos años, momento en el que se les permite expresar tan solo una frase. Un joven iniciado en dicha orden, y que había completado ya sus dos primeros años de formación, fue invitado por el superior a que pronunciara sus primeras palabras de presentación. «La comida es terrible», dijo. Dos años más tarde, fue una vez más conminado a hablar, y el joven utilizó esta vez su potestad para exclamar: «¡ La cama abultada!». Al llegar a la oficina del superior de la orden dos años después, le espetó: «Me rindo». El superior le dijo: «Sabes, no me sorprende ni un poco. Todo lo que has hecho desde que llegaste es quejarte, quejarte y quejarte». (Anónimo).
 

Si dispusiéramos de una especie de contador interno capaz de estipular, con precisión matemática y al término de cada día, el número de veces que expresamos una queja, nos sorprenderíamos. No somos conscientes, pero protestamos tan a menudo y ante tan pequeñas y absurdas contingencias que nuestros días se van a la cama cargados de negatividad, y nosotros, es evidente, con ellos.

¿Repasamos juntos la retahíla ? Madrugar, la primera queja. El café demasiado caliente en el desayuno, el siguiente lamento. El tráfico, evidentemente, motivo de protesta universal. Un trabajo que no gusta (nueva queja). Al llegar a él, tratar con un jefe impredecible o huraño o unos compañeros maniáticos o cargantes (más lamentos). Las noticias, que nos enojan; las facturas, que nos desazonan… y si no tenemos motivo de queja por nada de lo anterior, siempre nos quedará un clima de mil demonios, en el que a nuestro parecer siempre hará demasiado calor o excesivo frío, o lloverá (y es una lástima), o no lo hará (y es un desastre…). 

La queja debilita y, cuando damos refugio a la amargura y hacemos puerto en ella con lamentos, llantos y desesperanzas, el desánimo nos come y la felicidad (yo haría lo mismo en dicho trance) busca otro lugar un poco más amable donde atracar.

Hay gente que nunca alcanzará un mínimo de contento en sus vidas porque se quejan despiertos y cuando duermen sueñan con aquello de lo que se lamentarán mañana… y así, qué quieres que te diga: es imposible. De hecho, conozco personas que solo se sienten vivas cuando hablan sobre sus problemas (seguro que tú también conoces a más de una). En fin, que hay quienes eligen vivir quejándose, mientras otros optan, simplemente, por vivir.

Hay una manera sencilla de entrenarnos para afrontar la adversidad: trabajar con quejas pequeñas. Por ejemplo, si quedamos atrapados sin remedio en el asiento del medio del avión (cuestión que a nadie le entusiasma), es muy tentador pensar, de manera inmediata, en nuestra maldita mala suerte y acabar torturados, frustrados e incómodos durante las siguientes horas de viaje. Es decir, optamos por sentirnos bien, pero por el hecho de sentirnos agraviados. A eso se le llama «quedar enganchado».

«Estar enganchado» implica que algo que provoca en nosotros una respuesta airada no queremos dejarlo ir. Sabemos que las consecuencias de nuestro enfado no van a ser buenas, pero no podemos resistirnos al enojo y a la réplica furiosa. ¿Solución? Darse cuenta de que uno mismo posee el control sobre sus emociones y que, por tanto, las reacciones a tales emociones también están dentro de nuestro ámbito de dominio y responsabilidad. Tú mandas, por decirlo de manera más rotunda. Y como tienes el control, desengánchate, no te ofusques, y cada vez que ocurra algo que te encrespe, déjalo estar. Invoca la calma.

Reflexión final: «Nacemos llorando, vivimos quejándonos y morimos desilusionados» (Thomas Fuller, historiador y capellán del rey de Inglaterra).

Ignacio Novo
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Extractos de la Homilía del Santo Padre Francisco en la Santa Misa del Domingo de Ramos (3/24/2013)

3/26/2013

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Extractos de la Homilía del Santo Padre Francisco en la Santa Misa del
Domingo de Ramos (3/24/2013)
 
(1)
"Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre
todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a  los ojos del mundo.
Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios
y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. "

 
(2)
"Y esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría.
No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo.
Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas,
sino de haber encontrado a una persona, Jesús
, que está entre nosotros; nace del saber que,
con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aún cuando el camino de la vida tropieza con problemasy obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! "
 
(3)
"Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí... el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros,...
Y también – cada uno lo sabe y lo conoce – nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito éso que ha hecho Él aquel día de su muerte."
 
(4)
"Queridos jóvenes...Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y en que él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios.

 ...en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad,
que separa a los hombres y a los pueblos,
y ha traído la reconciliación y la paz."
 
Papa Francisco
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Año Nuevo: Poner últimas piedras

1/1/2013

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Año Nuevo: Poner últimas piedras

En este año nuevo, revisamos el valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos.

Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo. Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.

El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias.

Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.

No podemos permitir que el desánimo o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días. Pero también es importante sentarse a meditar en qué queremos lograr y hacia donde esperamos ir. Si no tenemos la constancia y la lucha diaria de construir las cosas grandes con pequeños detalles, nos quedaremos colocando primeras piedras, pero no acabaremos nuestras obras.

Poner la última piedra es la culminación que nos brinda paz y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano.

Para poner últimas piedras, debemos conocer nuestras capacidades y nuestros defectos. Pero nuestros proyectos siempre deben exigirnos un poco más de lo que podemos hacer. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco acordes a sus posibilidades reales. Por el

contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar.

Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas metas, cada vez más altas.

Podemos sentir desánimo porque nosotros no pudimos hacer lo que queríamos, y es lógico. Sin embargo nunca debemos olvidar que si lo que emprendemos no lo hacemos solo para nosotros, ni solo nosotros, sino haciéndolo para la Gloria de Dios y contando con Su ayuda, lo lograremos.

Siempre conviene recordar el Episodio de las Bodas de Caná que nos narra San Juan en su Evangelio, cuando Nuestro Señor Jesucristo hizo su primer milagro: Convirtió el agua en vino, pero hay una nota muy importante que debemos resaltar: antes de convertir el agua en vino, pidió que se llenaran seis tinajas que tenían para las purificaciones de los judíos. El evangelista nos narra que “las llenaron hasta arriba”. Este pasaje debe recordarnos que el Señor podría haber creado el vino por un solo acto de Su voluntad, sin embargo quiso que los hombres llenaran las tinajas. Dios está dispuesto a ayudarnos, y hará lo que nosotros no podemos, pero cuenta con nuestro esfuerzo. Y nosotros debemos “llenar las tinajas hasta arriba”, no hasta la mitad, ni a tres cuartos de su capacidad, sino “hasta arriba”. Esto significa que cuando tengamos un proyecto, un trabajo, o pongamos una “primera piedra”, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, y confiar en que Dios suplirá lo que nosotros no podemos hacer.

Es fácil poner primeras piedras, pero no es tan fácil poner últimas piedras. Quien pone últimas piedras se convierte en un elemento fundamental en su familia, en el trabajo, en la comunidad, porque todo el mundo sabe lo difícil que es concluir una tarea y lo fácil que es empezarlas. El secreto de la última piedra está en que si nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo y se lo ofrecemos a Dios, él se encargará de ayudarnos a concluirlo.

Dentro de lo que nos corresponde a nosotros, para vivir el valor de poner últimas piedras podemos:

- Establecer una fecha clara para terminar un proyecto.

- Saber que todo cuanto emprendamos tarde o temprano tendrá obstáculos, y estar preparado para ello.

- Crear un calendario en el que establezcamos acciones concretas para terminar nuestros proyectos.

- Todo gran edificio está construido con partes más pequeñas. Debemos acostumbrarnos a hacer pequeñas acciones, pero muy constantes.

- No poner una sola “última piedra” sino muchísimas, que el culminar nuestras actividades o proyectos se convierta en un hábito, y no en una excepción.

Concluye un año y empieza otro. Y es el momento no solo de hacer propósitos, sino de hacer nuestro esfuerzo humano para “llenar las tinajas”, pero nunca olvidar que si realmente queremos poner la última piedra, debemos pedir la ayuda de Dios y él no nos la negará.

Pidámosle a la Santísima Virgen María que interceda ante nuestro Señor para que este año que comienza tenga muchos y muy buenos propósitos, pero que sobre todo tenga muchas “últimas piedras” y que la mejor “última piedra” sea la de vivir al final de este año que comienza como buenos cristianos que amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas, y que amemos al prójimo como a nosotros mismos.

Artículo tomado del Portal Católico “Encuentra”.

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    Rafael es un miembro activo del MFC-Miami, miembro de su buro directivo y pasado presidente de nuestra organizacion. Junto con su esposa contribuyen de su tiempo a Caca Cana.

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